MANIFESTACIONES DE CONDUCTAS DE ADAPTACIÓN DISFUNCIONAL QUE COLOCAN A NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES EN COMPORTAMIENTOS POCO ASERTIVOS, DISRUPTIVOS Y VIOLENTOS. PARTE II

     El adoptar una conducta de adaptación disfuncional conlleva a que el niño, la niña y adolescente tengan complicaciones y dificultades en las relaciones consigo mismo y sociales. Impide una adecuada integración en cualquier ambiente. De manera que, el estudio y la minimización de las manifestaciones conductas de adaptación disfuncional es una tarea de todos: familia, escuela y sociedad. En esta segunda entrega, se presentarán para su reflexión las siguientes: IMPULSIVIDAD, COMPORTAMIENTO AGRESIVO, VIOLENTO Y /O DESAFIANTE, y PROBLEMAS DE IDENTIFICACIÓN CON SU GRUPO FAMILIAR.



*Impulsividad, en el intento por superar la inseguridad, niños, niñas y adolescentes llevan a cabo actos temerarios y perturbadores que tienen el objetivo proporcionarles reconocimiento y autoafirmación. La inestabilidad es producto de la irregularidad con la que se llevan a cabo las normas y sus consecuencias en el seno de la dinámica familiar. Así por ejemplo, familias en las que: (a) uno de los padres desconoce la autoridad del otro, (b) existe desorganización e incongruencia en la forma en que lideran los estilos educativos y (c) no existe supervisión, ello, conlleva a que niños, niñas y adolescentes no identifiquen la forma adecuada de actuar en cada circunstancia y agraven sus comportamientos.

*Comportamiento agresivo, violento y /o desafiante, las familias que pretenden corregir a través de la violencia, provocan que el inadecuado comportamiento de niños, niñas y adolescentes se repita, lo que a su vez hace que los padres y las madres abusen de este método y fácilmente caigan en la agresión, ya que, conforme avanza el tiempo, el mismo se minimiza en su efecto y se busca lograr la “eficacia” inicial. El maltrato y la agresión provocan que se descarten otras maneras de resolución de conflictos y convidan a que se disminuyan todas las formas de interacción positiva entre padres, madres e hijos.

     El proceder desafiante, por su parte, puede equipararse a la búsqueda de los verdaderos límites de las normas. Para los niños, las niñas y adolescente queda claro, en tanto, no se aplican de manera sistemática y coherente las consecuencias de la desobediencia, que sobrepasar los límites es una forma adecuada de suavizarlos. El desafío, es entonces, la respuesta a los actos arbitrarios y abusivos de algunos padres.
  
     La crianza poco afectiva, basada en la descalificación, el abuso y el rechazo, provoca que niños, niñas y adolescentes conciban al mundo como hostil e impredecible, creencia que los hacen ser desconfiados, incrementando su sensibilidad, por lo que, permanentemente, se mostrarán vigilantes de los estímulos negativos a los que responderán de forma impulsiva y agresiva. Este estilo educativo provoca escaso apego familiar por parte de los hijos e hijas, los que serán evasivos en sus interacciones y demostrarán poca empatía y ocupación por los demás, resultando la manifestación de comportamientos oportunistas y agresivos.

*Problemas de identificación con su grupo familiar, los niños, niñas y adolescentes con familias que implementan estilos educativos poco eficientes o nulos, tienen dificultades para mantenerse unidos a su grupo, en tanto, no se desarrolla un sistema de valores y creencias prospectivo y no se introyectan ni se asume el sistema normativo de la familia, por lo que se evita el asumir la responsabilidad con el logro de los objetivos comunes. Los niños, niñas y adolescentes se sienten insatisfechos/as con el manejo que se da a las emociones en su familia, por lo tanto, satisfacen sus necesidades de pertenencia a través de sus pares, fuera de la casa familiar y lejos del control parental.
     Con su grupo de pares, además de evadir la problemática familiar, niños, niñas y adolescentes adoptarán comportamientos que les garantizarán aceptación, pertenencia, identidad, incremento de su autoestima, entre otros, llamados Comportamientos de Inclusión, mismos que están asociados al uso inadecuado del tiempo libre y a la posibilidad de ser influidos por pares negativos. Entre los comportamientos de inclusión, destacan:


      ••Deserción escolar, actividad sexual temprana, consumo experimental de cigarro, drogas y alcohol: la importancia de la familia en el comportamiento disruptivo y violento de niños, niñas y adolescentes está fuera de toda duda. De hecho, cuando la población infantil y juvenil inicia con este tipo de conductas existe el riesgo de que se incremente su frecuencia y gravedad, así como que se combinen entre sí, hasta el punto de propiciar reiterados comportamientos disruptivos, que pueden transformarse hasta convertirse en conducta infractora.


   ••Comportamientos Disruptivos: son formas negativas de relación, como la violencia, las descalificaciones, las agresiones físicas y verbales, así como los métodos de corrección basados en los anteriores. Ellos, producen en niños, niñas y adolescentes cambios que parecieran ser pasajeros, pero que a medida que se entrelazan con otras condiciones, se vuelven cotidianos.

     Es necesario que los padres y las madres distingan entre la corrección de una conducta y el maltrato: mientras la disciplina tiene por objeto ubicar a los hijos e hijas en la realidad y en que conozcan las consecuencias de sus actos, el maltrato, que frecuentemente se justifica como un medio para educar, es utilizado para corregir conductas indeseables a través de medidas que provocan profundas heridas físicas y emocionales, que posteriormente, verán afectada la autoimagen y autoestima y en consecuencia, la seguridad en los hijos e hijas. Al tiempo que dicho “comportamiento corregido” se repetirá e incluso, se agravará.

     ••Actuar violentamente y consumir sustancias adictivas: el sistema de valores de niños, niñas y adolescentes se construye a partir del modelaje y ejemplo, motivo por el que los padres y las madres deben ser el referente conductual de sus hijos e hijas; sólo así lograrán que niños, niñas y adolescentes construyan un sistema de valores que tenga el soporte necesario para garantizar adecuados niveles de adaptación favorable al medio. Cuando las figuras parentales toleran el consumo de tóxicos por parte de hermanos/as mayores u otros familiares y cuando ellos/as mismos/as son consumidores/as de sustancias adictivas, se propicia la generación de conductas cada vez más permisivas, ya que, no existe un límite.
 
     Finalmente, el entorno familiar de riesgo puede ser la esfera principal en la que se aprende el comportamiento poco asertivo, disruptivo y violentos, ya que, la misma desempeña una influencia fundamental en la conducta adaptativa del niño la niña y adolescente, es allí donde se disponen de muchas oportunidades para observar modelos de actuación inadecuados.

Referencias:

Covadonga, M. (2001).Factores Familiares vinculados al bajo rendimiento escolar. Revista Complutense de Educación [Revista en Línea]

Osorio, A. & Álvarez, A. (2004) Introducción a la Salud Familiar- San José, Costa Rica: Centro de Desarrollo Estratégico e Información en Salud y Seguridad Social (CENDEISSS).

Sanz, I. (2010). La Familia como factor protector o de riesgo del aprendizaje y desarrollo en general de los niños y las niñas. En: DISCAPACIDAD DIGITAL IBSN: 1-70-770-2608. [Documento en Línea] Disponible en: http://discapacidaddigital.blogspot.com. [Consulta: 2013, 04 Octubre].

Sanz, I. (2011). El Microsistema Familiar como Unidad de Análisis. Material Mimeografiado. Caracas: Autora.


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Ingrid Sanz

Editora
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